Amarga Dulzura
Ese momento tan esperado de llegar a casa después de trabajar, tener pocas cosas que hacer, cocinar cena para dos, recoger en un instante la cocina, tener tiempo para echarme en el sofá, charlar con mi pareja, relatarle los detalles del día, incluso poder llenar la bañera con agua caliente y sal y relajarme media hora… Suena bien. A mí me suena más que bien, sobre todo si los últimos 18 años de mi vida no he tenido tiempo para mi ocio ni mi descanso. Cuando nacieron mis hijas, primero una y a los dos años la segunda, mi vida giraba en torno a ellas y este tramo del día del que hablo, al llegar de trabajar por la tarde/noche, me ocupaba de ellas, que si bañeras, que si cenas, papillas, algún biberón, luego mimitos y a dormir. Más tarde, a estas mismas tareas se añadieron los temidos deberes. Hemos pasado muchas horas las tres haciendo dictados, sumas, restas, divisiones y multiplicaciones. También leyendo cada noche algunas líneas para practicar en lectura. Poste