Mi útero
Mi útero llora. Mi útero se contrae dolorosamente para lanzar con fuerza, un torrente incontenible de pena. No puedo pararlo, ni en urgencias, ni con reposo. Llora con mucha fuerza. Mi útero llora de pena. Llora la ausencia de mis hijas. Llora por la maternidad extinguida. Llora sangre roja y líquida. No es la menstruación, ya la pasé, lógicamente hablo de otro llorar. Esta vez es una cantidad fuerte que se expulsa con violencia fuera de mí desde hace días. Es como si la vida se me fuera con esta hemorragia. Mientras escribo, gotea abundantemente mi pena. No tengo ninguna duda. Mi maternidad está herida y mi cuerpo así se resiente. Hace llorar al sito más sagrado y divino que existe en cualquier mujer. El que nos da el poder celestial de crear vidas. Mi útero está dolido, inflamado y contracturado a la vez. Visualizo a mi órgano en el bajo vientre y le digo que se calme, que afloje y se tranquilice, porque si no, se me va a llevar por delante. Calma y sosiego. La vi