Mi útero
Mi útero llora.
Mi útero se contrae dolorosamente
para lanzar con fuerza, un torrente incontenible de pena. No puedo pararlo, ni
en urgencias, ni con reposo. Llora con mucha fuerza.
Mi útero llora de pena. Llora la
ausencia de mis hijas. Llora por la maternidad extinguida. Llora sangre roja y
líquida.
No es la menstruación, ya la
pasé, lógicamente hablo de otro llorar. Esta vez es una cantidad fuerte que se
expulsa con violencia fuera de mí desde hace días.
Es como si la vida se me fuera
con esta hemorragia. Mientras escribo, gotea abundantemente mi pena. No tengo
ninguna duda. Mi maternidad está herida y mi cuerpo así se resiente. Hace llorar
al sito más sagrado y divino que existe en cualquier mujer. El que nos da el
poder celestial de crear vidas.
Mi útero está dolido, inflamado y
contracturado a la vez. Visualizo a mi órgano en el bajo vientre y le digo que
se calme, que afloje y se tranquilice, porque si no, se me va a llevar por
delante.
Calma y sosiego. La vida nos ha
dado estas cartas amigo y no toca otra, que jugar la mejor partida con ellas.
No sufras más mi valioso órgano,
varias veces en mi vida has intervenido dando un gran sentido a tu existencia y
a la mía, adquiriendo todo el protagonismo para cumplir con tu gran función.
Eres majestuoso y noble, no te
enojes ahora, tu tiempo ya pasó, igual que el mío. Ahora procede que nos
calmemos, que aceptemos y sintamos paz. De no ser así, vamos a sufrir mucho. Tendrán
que extirparte de mí y dejaras de ser mucho para no ser nada. Quédate conmigo,
tranquilo, envejeciendo juntos y formando parte de mí, como siempre.
Mi útero llora y espera encontrar
consuelo.
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