Denuncia


Debería interponer contra ti una denuncia por malos tratos verbales. Debiera haberlo hecho hace mucho tiempo, hace años.

Debería hacerlo para defenderme. Para acabar con esta lacra. Debería hacerlo para hacerme respetar, para no permitir que me trates con desprecio, para no permitir que me insultes y que descargues en mí, tu frustración. Para enseñarte contención en tus envenenadas palabras.

Debería hacerlo por mis hijas, por ellas, para enseñarles con mi ejemplo, que nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a maltratarlas ni a despreciarlas. Nunca, bajo ninguna circunstancia.

Me trataste mal durante años, me despreciaste en numerosas ocasiones y yo en vez de defenderme, solo lloraba y lloraba. Solo me hacía pequeña, cada vez más pequeña e insignificante a tus ojos y lo peor, a los míos. Conseguiste que no fuera nada ni nadie en esa vida junto a ti y así lo eras todo.

Ahora las cosas no te van bien, lo sé. Pasas por un mal momento personal y me hago cargo de ello. Pero sabes bien que eso no justifica lo que has hecho ayer durante una plácida tarde de domingo para mí, cuando me llamaste solo para insultarme y faltarme al respeto por tu frustración.

Seguramente estaban presentes, junto a ti, nuestras hijas. ¿Puedes imaginarte por un momento, lo que han sentido? ¿Puedes pensar en ellas, en sus sentimientos, en su sufrimiento? ¿Te ves capaz?

Además me has amenazado con el concepto que de mí tienen ellas, ensuciando una vez más, mi nombre y mi persona.

Quiero que sepas que me he recuperado de tus heridas y que hoy por hoy soy una mujer tolerante, noble y sobretodo libre, que he recompuesto mi autoestima y que ahora sé lo que no quiero tolerar más en mi vida.

Ningún hombre como tú tendrá jamás, un sitio junto a mí. He aprendido la lección.

Conoces la problemática existente entre nuestra hija pequeña y yo. La conoces porque eres parte implicada, de hecho eres el precursor de esa situación. Tu odio contra mí es el suyo.

¿Y todavía te atreves a empeorar la situación? ¿Con qué derecho?

Te pido ahora que guardes tus malditas plagas de Egipto, tus  blasfemias y tus malos pensamientos, por el bien de todos.

Al poner más en contra mío a nuestra hija pequeña también le haces daño a ella. ¿Tan ciego estás que no te das cuenta?

Piensa en su bienestar por favor.

Ante lo sucedido, poco puedo hacer. Es tu palabra contra la mía. No es una situación nueva, el maltrato verbal ha existido durante años en nuestro matrimonio y ahora tienes la gran cobardía de volver a hacerlo, ahora que ya no tienes poder sobre mí.  

Por eso ahora, he de mostrarme más fuerte que nunca y no tolerarte esa conducta. Nuestras hijas tienen que ver cómo reclamo el respeto que merezco porque te guste o no, siempre seré la madre de tus hijas y tu primera esposa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Decrepitud

Vivir engañada

Conceptos especiales

El Pediatra