El Préstamo de DIOS
Un día Dios me hizo un préstamo.
Yo lo acepté e inmediatamente
adquirí un inmenso compromiso con Él.
Fue un préstamo a largo plazo.
Durante mucho tiempo no tuve que preocuparme de la fatídica fecha de
devolución.
Me enfrasqué con mucho esfuerzo, gran
dedicación, permanente constancia y fuerte motivación en hacer una buena tarea.
Mi propósito era devolver el
préstamo en mejores condiciones de las que lo recibí, puesto que sin duda
alguna, para eso me fue prestado.
Para eso y para disfrutar, para
querer hasta el infinito y para aprender a cuidar.
Para ello me esforcé mucho y puse
verdadero empeño en cada detalle por pequeño que fuera. Prioricé este proyecto sobre
muchas otras cosas de mi vida.
Mi préstamo fue evolucionando con
los años, creciendo y moldeándose según las directrices que consideré oportunas
en cada momento. Unas más acertadas que otras, por supuesto. No es fácil dar
forma a unos seres con vida propia.
Hace un tiempo ya, he caído en la
cuenta de que ha llegado el momento de prescripción de mi préstamo.
Nunca fueron mías en realidad, pero
yo así lo creí y lo sentí.
Por eso ahora, el vacío que siento
es un agujero oscuro donde están atrapados todos mis recuerdos con ellas. Donde
la melancolía ahoga sin piedad.
Ahora abro las manos y devuelvo a
Dios dos seres humanos excepcionales, dos buenas mujeres preparadas para vivir
una vida plena y para mejorar, sin duda, la vida de quien las rodee.
Sinceramente Gracias por el
préstamo. Me siento honrada del resultado.
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