Todo


TODO en la vida tiene un precio, cada acción, una repercusión. Cierto, ¿verdad?

Viendo pasar el tiempo, me detengo en mi pasado y observo. Intento adivinar el origen de mi situación actual. Mi tormento, mis dolores y sufrimiento.

Me veo estrenando mi maternidad, cuidando feliz de mis niñas pequeñas y veo mi cuerpo desdoblado en dos, para llegar a TODO.

TODO tiene muchas expectativas puestas en mí, me anima a retarle así que es muy fácil caer en sus redes y enredarme en ellas por mucho tiempo.

Ese TODO sinceramente, fue un peso muy grande para mí, una joven e inexperta mujer.

TODO incluyó un trabajo a tiempo completo en un proyecto nuevo que había de ser el futuro del sustento familiar. Un proyecto que necesitó mucho tiempo invertido y situaciones a superar.

TODO fue también mantener la casa limpia y ordenada, hacer la compra para la semana, cocinar tres comidas diarias para cuatro personas. Lavar, tender, guardar, planchar y coser la ropa familiar.

TODO fue iniciar en diferentes hábitos a mis hijas, primero a dormir solas, a quitar los pañales y chupetes, más tarde con el hábito de la lectura, la psicomotricidad, los hábitos alimenticios, de comportamiento y de educación.

Ese TODO también incluyó aprender a ser esposa de mi marido a intentar contentarle para merecer su aprecio.

TODO fue aportar unión y afectividad a la familia que por aquel entonces, éramos. A ser el pegamento entre los cuatro.

TODO no se dejó vencer a pesar del tiempo invertido y de los esfuerzos realizados, a pesar de intentar ser la mejor esposa, la mejor madre y la mejor profesional. La mejor amiga de mis amigas y a poder ser la mejor hermana e hija.

TODO solo me exigía a mi el total de las obligaciones.


Hoy desde la madurez que ya me dan los años cumplidos, os doy a todos los que leéis estos textos, un claro mensaje: olvidaros de TODO.
No entréis en su ciclo, no caigáis en sus garras.

TODO, es exigente, inflexible y totalitario.
TODO tiene un precio excesivo. NO VALE LA PENA. 

Se cobra su tasa con tu alegría, tu energía, tus ilusiones, tus fuerzas y a veces, con un poco de tu alma.
Tu vida se consume lentamente, como una llama consume a una vela.

Cuando por fin te liberas de TODO, te deja una huella perenne.

Ya no eres la misma de antes, siempre cansada, con tus huesos doloridos y con un pellizco en el alma.


Yo te aviso, TODO… es nada.
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