Relfexiones generales
Hace ya más de un año que escribo
este blog, aunque mi primer post date de mayo de 2017, en realidad mis primeras
entradas fueron redactadas tiempo atrás.
Cuando repaso las lecturas me doy
cuenta hasta qué punto mi estado de ánimo se deja ver en ellas.
Algunos escritos solo quieren
explicar al mundo mi situación, mi rasgo de personalidad, mi mejoría o deterioro
de salud, mi situación; otros son un fuerte grito al viento, a la vida, un
grito ahogado, doloroso, un grito contra la injusticia, contra la imposición…un
grito que grita por encontrar una solución.
Escribir me sirve de terapia, me
sirve para poner palabras a aquellas sensaciones y sentimientos que me rondan
por dentro, de arriba abajo, de un lado a otro, desconcertados, como exigiendo
ser reconocidos.
También me ayuda a identificar mi
gran miedo de mis miedos secundarios, aquellos que atemorizan menos, es decir, a
clasificarlos y a ver su grado de importancia.
El otro día os hablaba del legado…pues también son parte de mi legado a
la vida y a mis hijas, mis escritos. Para quién los quiera leer, para mis hijas
y sus hijos, para los hijos de sus hijos…
¡Cuánto me hubiera gustado tener algún escrito de mis abuelas o mis bisabuelas
donde verme identificada!
Creo firmemente que tener la
certeza que en tu propia familia alguien ha pasado antes por una situación
igual o similar a la tuya, reduce algo la percepción de gravedad sobre los
hechos.
Escribir me ha dado también la
oportunidad de despedirme de un ángel verdadero y maravilloso que pasó por la
vida de mis hijas y por la mía. Gracias a éste hábito, mis palabras siempre
quedarán escritas entre ella (un bonito ángel) y yo. Para siempre.
Escribir es liberador.
Escribir proporciona paz y sosiego.
Como si la carga de lo ya escrito,
quedara allí, por un instante, en el papel.
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