Final de Etapa
Se acabó esta etapa. Ha empezado
una nueva temporada de mi vida con muchos capítulos por ver y vivir.
La maternidad como yo la entiendo, ha terminado.
Me he negado mucho tiempo a darme
cuenta, he luchado contra ese fantasma que en el fondo de mi alma ya venía diciéndome
que las cosas estaban cambiando. Y he sufrido mucho.
Simplemente me cogió desprevenida,
no estaba preparada.
Mi expectativa chocó cual lo hacen las
olas contra el malecón y se desparramó por completo.
Soy madre de dos maravillosas
chicas y nunca me imaginé que a la primera que tendría que soltar sería a mi
pequeña princesa.
Me tocó muy pronto, cuando no era
más que una niña entrando en la adolescencia.
La segunda, según mi criterio, la
he soltado coincidiendo con lo esperado.
Siempre he estado convencida de la
gran ventaja de decidir ser mamá a temprana edad. Siempre he defendido que lo
haría una y otra vez, que lo haría mil veces más.
Razoné con aquellos que pensaban
contrariamente a mí, afirmando que la maternidad a temprana edad, 23 y 25 años,
fue la mejor decisión de mi vida, puesto que la edad en que fui mamá me
proporcionó fuerza, vitalidad y facilidad para criar a mis hijas.
Nunca pensé que el precio lo
pagaría ahora, cuando todavía soy joven, cuando todavía podría volver a ser
mamá. Por el contrario, ya mis hijas hacen sus vidas independientes de mí. Nunca
pensé que tendría que afrontar esta situación a mi edad.
Pero bien, aquí estoy ahora
afirmando que se me ha hecho muy corta la primera fase de la maternidad, una de
las más importantes.
Muy intensa
pero corta.
Que la he disfrutado muchísimo, que
ha sido una tarea maravillosa, que nada puede compararse ni por asomo y que
tanto me ha enseñado.
Ahora reconstruyo mi vida, la mía,
la de la mujer que soy.
Y lo hago dignamente y satisfecha
de ver quién son mis hijas hoy en día.
Busco mis hobbies y los hago,
agradezco el tiempo que puedo dedicarme y aprecio la tranquilidad de mis
atardeceres.
Aunque…,
¡Todo, absolutamente todo lo daría
por volver a empezar!
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