Aluvión de
Un fuerte aluvión de situaciones, se cierne sobre mí desde hace tiempo.
Recuerdo un concreto día de abril del año 2015, cuando todo empezó, cuando
mi hija pequeña y yo nos enfadamos mucho y ella se marchó. Llamó a su padre por
teléfono y éste la vino a buscar sin siquiera hablar conmigo de lo sucedido. Ella
hizo su maleta y se fue sin más. Por aquel entonces mi hija tenía 13 años.
Más tarde, un lejano ya, 1 de noviembre de 2015, domingo por cierto, recibí
un correo electrónico de mi exmarido.
Aquel fin de semana fue fabuloso, estuvimos con mis hijas, mi pareja y su
familia, celebrando la fiesta de Halloween en el monte.
Me encargué de organizar una terrorífica fiesta, con pruebas para los
niños, disfraces de miedo, linternas y oscuridad entre los árboles.
En ese correo me pedía que me comprometiera a abandonar la vivienda
familiar junto con mi hija mayor, puesto que la menor, en ese momento hacía
seis meses que vivía con él.
Más tarde, en septiembre de aquel mismo año, después de regresar de unas
bonitas vacaciones, recibí una notificación del juzgado de Paz.
Mi exmarido me había interpuesto una demanda judicial.
Recuerdo muy bien ese momento y cómo no daba crédito a lo que pasaba. En
ese momento todo se precipitó. Tuve que ponerme en contacto con una abogada y empezar el calvario.
Durante el año 2016, por razones de profesionalidad, tomé la decisión de
cambiar de abogada y empezar de nuevo con otra profesional.
Contestamos a la demanda e interpusimos a su vez, una demanda sobre la
situación de la hija mayor, puesto que él, ni la nombró en su demanda.
Él contestó y entonces entramos en el precario funcionamiento de la
justicia en nuestro país.
No es hasta 2017 cuando el nuevo juez de familia, deriva nuestro caso
a mediación, antes de programar el juicio por la causa.
La mediación se realizó en junio de 2017. Fueron cuatro sesiones
extremadamente difíciles y violentas, al menos para mí.
La primera sesión la realicé sola con los mediadores, un hombre y una
mujer. Los dos bellísimas personas y muy comprensivos.
Allí les tuve que exponer la situación por la yo había llegado a
mediación y qué pretendía con esas sesiones, cuál era mi objetivo.
En la segunda sesión estuvimos los cuatro juntos, es decir también estuvo
sentado delante de mí, mi exmarido. Fue desolador para mí tener que volver a
luchar con mis palabras contra su frialdad, su forma de ser, sus manipulaciones,
en definitiva, contra su dominación.
Afortunadamente, pocas personas como él pueden esconder lo que realmente
son y los mediadores, muy acostumbrados a medir personas, se dieron cuenta de
la situación. La segunda sesión, acabó sin acuerdo.
Un par de semanas después, llegó la tercera sesión, todavía más violenta
que la primera, con situaciones rozando muchos límites y con agresividad verbal.
Los mediadores decidieron entonces, retirarme a otra sala y ser ellos los
que fueran y vinieran con los acuerdos propuestos por uno y por otro.
Estallé en la sala estando sola, me derrumbé y gracias a los mediadores
pude continuar con la sesión sin que la otra parte, mi exmarido, tuviera ni la
más mínima idea de lo que en la sala de al lado, me estaba pasando.
Recuerdo como les decía a los mediadores “por favor, que no sepa que
estoy así, derrumbada, llorando, por favor, que no lo sepa”.
Sé que él me ha dominado durante años y por
eso sé que cuando yo me derrumbo, él se hace más fuerte.
Esa situación, amargamente, ha sido la tónica de nuestro matrimonio. A
más débil, deprimida y derrumbada yo estaba, más poderoso, más impetuoso, más
Dios él se sentía.
Agradezco mucho a los mediadores su protección.
Tercera sesión sin acuerdo.
La última sesión fue más corta y empezamos a ceder los dos.
De otra manera, hubiera sido totalmente imposible llegar a un acuerdo.
Yo cedí dejar la vivienda familiar antes del 15 de septiembre
de 2017 y el cedió en la cuantía que pretendía que yo le pagara en concepto de
pensión de alimentos por las niñas. Pensión, por cierto, que yo tengo que
pagarle a él, porque la ley me obliga a un mínimo aunque mi situación económica
sea, en gran medida, diferente a la suya.
En enero de 2018 hemos ratificado la demanda de mutuo acuerdo
acordada en mediación y a día de hoy, febrero de 2018, todavía no tengo en mis manos la sentencia.
A parte de este tema, entre tanto, el hermano de mi madre
vino a vivir con mis padres al estar enfermo terminal y encontrarse por varios
motivos, rechazado por su mujer e hijos.
Él fue la pieza clave para que mi madre se viera con fuerzas
para separarse de mi padre, algo que internamente hacía muchísimos años que
deseaba.
Bien, llegó la separación en septiembre de 2015 y poco a poco
el declive de la salud de mi tío. Murió en 2016.
Dejó su situación económica lo peor que pudo, supongo que sin
mala intención, pero legalmente se han tenido que resolver multitud de
situaciones legales, con varios abogados y litigios.
Una vez resuelto el gran problema que ha supuesto la herencia
de mi tío, llega el problema del piso heredado y los inquilinos que mi madre pone
dentro.
Personas de países del este de Europa que solo pagaron una
mensualidad y que en poco tiempo, triplicaron el número de personas que
ocupaban la pequeña vivienda.
Eso ha generado una gran pérdida de dinero en las arcas de mi
madres, ya de por si flojas así como también disputas con los vecinos del
inmueble.
A todo esto, mi padre ha ido tirando solo, aprendiendo a
llevar su casa y a cuidar de él mismo. Suena lógico y fácil, pero para alguien
como él, ha sido una tarea muy difícil.
En el terreno laboral, desde el año 2015 las cosas también han
ido deteriorándose. No solo los resultados y la estabilidad económica de la
empresa, sino también las relaciones entre los compañeros de trabajo.
La situación se ha vuelto muy crítica, Dirección permite muchísimos
desequilibrios entre compañeros, desequilibrios salariales, de horario, de días
de vacaciones, de bajas laborales interminables, de obligaciones que la gente
no atiende y que son su responsabilidad...
Se me hace muy difícil y nada motivador trabajar en una
organización donde el único hecho que hace que la empresa retroceda, es la
ausencia de control.
Y suma y sigue.
Todo lo expuesto anteriormente junto con una situación
política muy inestable que me ha causado mucha indignación y preocupación,
hace que me encuentre en un estado de ánimo apático.
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