Rutina
Me levanto por la mañana pronto,
antes de las siete. Mi cuerpo chequea involuntariamente… dolor en zona lumbar,
rampas en la columna, dificultad para levantarme, pero piernas tranquilas,
brazos sin dolor y sobretodo cabeza sin migraña. Este es el resultado habitual
del chequeo un buen día.
Empiezo a recibir muchos estímulos solo salir a la calle. Salgo del
garaje en coche y me fijo en cómo está la rambla de delante de casa, si los
árboles están en flor o están podados, cualquier papel o cartón que hay en el
suelo, si los contenedores están cerrados o por el contrario, están llenos y
abiertos con bolsas de basura por el suelo. Parece mentira, pero solo observar
mi entorno físico más directo, tengo muchas sensaciones, es decir, si veo los
contendores abiertos y la basura por el suelo, me molesta, me hace pensar “cómo
mis vecinos pueden hacer eso!! O cómo el camión de la basura no ha recogido los
contenedores esta noche!!”
Caramba, que malhumorada me siento!
Más tarde veo los niños que esperan
el autobús escolar, veo si está la hija de mi vecina, observo cómo viste, cómo
anda, cómo está creciendo. Me angustia si alguno de ellos corre hacia la parada
por llegar tarde o si veo alguno de ellos fumando con tan solo 13 o 14 años y
me pregunto si sus padres lo sabrán.
Ahora veo el cielo, si está azul,
si es de día, si todavía falta la luz del sol, si hay nubes, me divierte buscar
formas de cosas o personas en ellas.
Conduciendo veo personas
completamente desconocidas para mí, pero con las que hace años me cruzo cada
mañana, el modelo de coche, en algunos casos también la matrícula y las caras,
sinceramente me da seguridad cruzarme con ellos cada día. Significa para mí que
todo va bien…
Llego al instituto y veo caras
familiares. Algunos son amigos y amigas de mis hijas, otros son de otros cursos
y aunque no nos conocemos, los veo cada día, me fijo en si los ha traído su
madre o su padre, en qué coche han venido, cómo se despiden de sus padres y cómo
se dirigen a clase, con qué actitud. Me gusta observar…
Me marcho despacio, diciendo adiós
con la mano a mis hijas mientras ellas se dirigen a la puerta de entrada al
instituto, esperando que se giren en el último momento para devolverme el
saludo… nos hemos despedido en el coche… por eso no se giran, por un momento me
siento triste por tener que separarme de
ellas… Es evidente que no acabo de cortar ese cordón umbilical con ellas,
porque hablamos de unas niñas de 18 y 16 años!!
Conduzco hacia mi trabajo buscando
alguna emisora o alguna canción que me motive, me alegre y me suba el ánimo.
Llego al trabajo.
Saludo a mis compañeros,
normalmente a esa hora los encuentro tranquilos, amables y atentos con los
saludos. Ese instante es agradable.
Solo son las 8 de la mañana.
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